ACERCA DE



BORDAR.. En la escuela primaria, las madres religiosas nos enseñaron a bordar tanto a niñas como a niños. Al final del curso, en la materia de artísticas, teníamos que exponer el resultado de nuestras labores en un salón: colchas, manteles.... Ellas eran estrictas, no se les pasaban nuestros errores, y cuando pillaban uno, nos hacían deshacer las puntadas y comenzar de nuevo: va pa´tras. Nunca he sido una virtuosa en el bordado, pero siempre me ha gustado el proceso creativo, todo lo que se invierte en él, hay algo terapéutico en ello. De niña me agradaba ver a las mujeres de la familia bordar, tejer o coser, así como recuerdo a uno de mis hermanos, tejiendo en friega unos mantelitos porque ya se acercaba la fecha de la clausura. 

Aunque admiro los patrones, prefiero el estilo libre al bordar (aunque eso de libre se cuestione). Bajo el mismo rigor con el que ejecutaban sus rezos al contar las cuentas de sus rosarios, de seguro que las madres Emma, Maura y Benita ya me habrían deshecho todos mis trabajos. Pero esa libertad es la que me anima a dar el siguiente paso, y el otro.

PINTAR. En la secundaria, entré a un concurso de pintura del Ayuntamiento, y mi tío Rafael me enseñó a preparar la tela sobre el soporte, y pinté al óleo una japonesa con su kimono en un jardín de Kioto. Y eso fue todo, porque aunque siempre me atrajo la pintura, confieso que ya desde entonces leer y escribir me llamaron más, al igual que el deporte, y luego compaginar una carrera que hasta la fecha ejerzo, y no tiene nada que ver con las artes, diría Mario Vargas Llosa, se trata de un trabajo alimenticio. Independientemente de todo, sólo quiero decir que volví a la pintura, o la pintura vino a mí, en el momento en que más lo necesitaba.

En 2017 llegué a esta técnica mixta de pintura y bordado sobre lienzo. Nada llega de la nada. Todo es una influencia, y hay tantas (os) artistas  mostrando sus trabajos en las redes, que son inspiradores. Me propuse de principio, con un año de anticipación, bordar unas telas para regalar como recuerdos en los quince años de mi hija, y de un aro pasé a otro soporte, necesité entonces pinceles y otros utensilios, preparé  telas, del acrílico pasé al óleo, y en consecuencia esperar el secado para luego bordar. El enmarcado se cuece aparte. Me pasó como cuando preparo tamales, me propongo hacer tamales de chile y termino haciendo de chile, picadillo y de adobo con frijoles, y nada se desperdicia; valga la comparación, pero cocinar es también un proceso creativo. Para no hacer el cuento largo, terminé preparando para los quince años, unos cien aros con un sencillo bordado de  un ramo de flores sobre lino preparado y pintado en acrílico de un fondo azul hielo, pero ese festejo me llevó a esto, por lo que tengo mucho que agradecerle a mi hija.




A la fecha, uso hojas y lienzos en blanco para contar historias. Y lo más entretenido es seguir aprendiendo sobre la marcha.

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